EL LUNES QUE VIENE EMPIEZO
Yeray Rodríguez
Tengo que ponerme a dieta
porque de tanto engordarme
casi no puedo agacharme
ni subirme la bragueta.
No he encontrado la receta
que me haga perder el peso
pues cuando inicio el proceso
me suelo sentir tan mal
que siempre digo: ¡Total,
el lunes que viene empiezo!
Y el lunes soy puntual:
desayuno poco y sano,
algún bocado liviano,
rico en fibra y pobre en sal,
a media mañana igual:
nada de pan ni de queso;
a mediodía me peso
y si no he bajado nada
doy la dieta por zanjada
y el lunes que viene empiezo.
Me comentaron que había
una dieta de una sopa,
y que existía una tropa
de gente que la ingería;
la quise probar un día
para ver lo que era eso,
pero una sopa sin hueso
ni fideos no está completa
y dije: Cambio de dieta
y el lunes que viene empiezo.
Otra vez fui al endocrino:
que visita inoportuna
porque casi sufro una
sobredosis de pepino.
Me quitó lo más genuino
de la vida que profeso,
y yo, traidor y confeso,
no puedo, le dije un día,
yo sé qué dieta es la mía
y el lunes que viene empiezo.
Para bajar la barriga
ejercicio quise hacer,
pero, ¡qué duro es correr
sin nadie que te persiga!
Estaba de la fatiga
y del hambre ya tan preso,
que al almorzar me tropiezo
con lo que prohibido está
y dije entonces: ¡Qué va
el lunes que viene empiezo!
Y así va nuestro planeta,
y esto no es broma ni chiste,
mientras medio mundo insiste
en querer ponerse a dieta,
el otro busca la meta
de acostarse alimentado.
Y los pobres no han pensado
en dietas ni en endocrinos,
por eso nuestros caminos
tanto nos han separado.
Todos sabemos bastante
de angustia, llanto y pobreza,
y también de la tristeza
íntima de un emigrante;
demos un paso adelante
y luchemos por cambiar
este planeta dispar
y démosle otro futuro.
Cualquier lunes, yo aseguro,
que es bueno para empezar.
Pero ya empecé una dieta
que me tiene controlado,
pronto estaré estilizado
y con un cuerpo de atleta.
Por fin hallé la receta
para bajar la barriga;
pero déjenme que diga
que he ido dejando el vicio
con bastante sacrificio
y con más de una fatiga.
Ya no como solomillo
con salsa de Roquefort
y se me olvidó el sabor
que tiene un buen bocadillo,
ya las gambas al ajillo
ni las huelo ni las como,
ni las salchichas, ni el lomo,
ni ninguna chuchería,
y si veo una dulcería
ya ni a la puerta me asomo.
Pero lo que peor llevo
es lo de ejercicio hacer,
pues no me gusta correr
y al aerobic no me atrevo;
yo sé que si no me muevo
tardaré más en bajar
pero prefiero mirar
el deporte en la tele
porque en el sillón no duele
y no tienes que sudar.
Mas, desde que estoy a dieta,
me siento nuevo y distinto,
le abro agujeros al cinto
y el pantalón no me aprieta.
Subo y bajo la bragueta
sin ninguna anomalía,
regresó mi anatomía
a su cotidiano ser,
incluso me vuelvo a ver
cosas que ya no veía.
Colaboración de Laura Luisa Cordero