EL ARTE DE LIDERAR CON BUEN HUMOR, EN TIEMPOS DE CRISIS
César Landaeta
Una novedosa corriente dentro de la conducción de grupos, está desplazando al antiguo liderazgo basado en la disciplina militarista y como consecuencia de ella, el estereotipado sargento de Marines con la garganta ronca de gritar, ha comenzado a ser cosa del pasado.
Muchos analistas del mundo empresarial han encontrado que un líder que sabe emplear el sentido del humor, logra mejores resultados con menos esfuerzo, que aquel que solo recurre al mandato autoritario y a las sanciones.
Tal descubrimiento, sin embargo, no es de fecha tan reciente. El mismo tiene un antecedente, por demás sorprendente.
El oscuro movimiento nazi, del cual surgieron las atrocidades más espantosas, se apoyaba en el slogan Kraft durch Freude, el cual significaba: la fuerza a través de la alegría.
Bajo este principio, Hitler estableció que los obreros tuvieran vacaciones únicamente para descansar y que su tiempo de ocio, fuera realmente de ocio.
El plan general del KdF estimulaba el turismo y la recreación de la población como una forma de preservar su estabilidad emocional y el compromiso con la ideología que les permitía semejantes comodidades.
Muchos de quienes en su momento pertenecieron a las Juventudes Hitlerianas, después de la guerra relataban cómo, la diversión y la alegría eran parte importante de su proceso de adoctrinamiento y es bien sabido que fueron casi niños quienes defendieron con su vida a Berlín, cuando ya todo estaba perdido.
Independientemente de los cuestionamientos que se puedan hacer a lo que quizás solo era una vulgar manipulación de los sentimientos de los alemanes, para lanzarlos en una empresa criminal, el hecho es que la misma parece haber sido de una gran efectividad.
Y no es de extrañar que haya sido así, dado que el aparato psíquico que portamos los humanos, siempre se inclina más hacia el lado del placer que hacia el dolor.
Las técnicas de la PNL (Programación Neurolingüística) se basan en esa preferencia cerebral, para dominar procesos fóbicos y otros rasgos neuróticos en la personalidad.
Más recientemente, los profesionales especializados en Inteligencia Emocional, han descrito como muy positivos los resultados de insuflar en un grupo, elementos motivacionales promovidos por un líder que utiliza la sonrisa y su carisma personal, por encima de la rigidez autoritaria.
Para el desconsuelo de quienes todavía ejercen sus funciones directivas manteniendo la “política de las mandíbulas apretadas”, la cual enfatiza el esfuerzo sudoroso y la tenacidad a toda costa, los nuevos líderes obtienen más y mejores resultados de sus subalternos cuando movilizan en ellos el placer de la risa y el buen ánimo.
La verdad que aparentemente había descubierto el poco gracioso Hitler, era que la identificación de los miembros de un grupo con unas metas que les son presentadas como posibles de ser alcanzadas con alegría y un esfuerzo limitado, hace que la tarea se perciba de una mejor manera.
Adicionalmente, el guía que sonríe y trata con camaradería a sus seguidores, proyecta una imagen confiada y ganadora, la cual a ellos les es fácil asimilar como propia, aumentando le cohesión y la sinergia grupal.
En tiempos de crisis, un liderazgo de esta clase parece no solo necesario, sino imprescindible.
Lejos de lo que muchos podrían imaginar, liderar con buen humor no tiene nada que ver con la idea de que hay que convertirse en un comediante o en un bufón de palacio.
Una actitud abierta, cordial y amigable, apoyada en una disposición para reír sanamente, es un factor inigualable para bajar los niveles de tensión en el grupo, con lo cual el cerebro de cada integrante (incluido el del mismo líder), tiene más energía y por lo tanto, menos agotamiento.
Algunos críticos han afirmado – y con razón -, que no es posible para ningún ser humano tener todos los días una sonrisa en los labios y que una crisis financiera como la que actualmente afecta al mundo no es nada que deba ser tomado a la ligera.
No obstante, lo que marca la diferencia entre un jefe “neurótico” y uno de mejor humor, no es que éste último viva riendo o que se vuelva indiferente a la realidad en la cual vive.
El arte que ejecuta este personaje es el de administrar sus emociones de tal manera que sus malos momentos no se transmitan a su personal y que pueda manejar su conducta en una forma, no disruptiva o agresiva.
No se espera de él (o ella) que viva sonriendo o contando graciosos chascarrillos, cuando debe enfrentar tareas de alta responsabilidad. Pero sin duda alguna que, un buen ánimo y una dosis de energía positiva harán que sus esfuerzos sean mejor recibidos y valorados por aquellos que le acompañan en el trabajo.
Inténtelo.
Trate de aplicar aquel viejo aforismo que reza: Al mal tiempo, buena cara y tal vez comprobará que al final del día, se encuentra menos estresado (a) y con un monto mayor de satisfacción en lo alcanzado por su equipo.