• LITERATURA

    CATATÓNICO

        Virgilio Díaz Grullón   Encogió los hombros y las piernas apretando los codos contra los costados y cerró los puños adoptando la postura que aprendiera cuando niño de Paulino Uzcudún sintiéndose ahora invulnerable a cualquier ataque viniera de donde viniera ya de un puño disparado ya de una bota agresiva o de las melifluas frases proferidas por esa boca que se abría y cerraba y se movía lateralmente y de abajo hacia arriba frente a él dejando escapar las palabras como insectos asustados a través de la abertura que enmarcaban los labios temblones y que volaban en línea recta hacía el muro impenetrable que había construido con sus…

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    NOCTURNO

         Ricardo Güiraldes   La amenaza había quedado en Roberto como un presagio de desgracia. -Sí, humílleme; pero algún día, si Dios quiere, nos hemos de encontrar cara a cara. Bah, no era el primer caso…, fanfarronadas de paisano. Roberto era hombre de afrontar un peligro, y no hizo caso del consejo: “Mire, patroncito, que es mal bicho”. Volvía del pueblo: dos leguas cortas. La noche era obscura, agujereada de mil estrellas. El caballo galopaba libremente, depositada la confianza del jinete en instinto seguro. A treinta cuadras de las casas los cardos dejan un estrecho espacio; es el mes de noviembre y se alzan, rígidos, mirando al cielo con…

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    PEDRINHO

        Dalton Trevisan   El niño jaló la falda de la mamá quejándose de un dolorcito de cabeza. Bueno, que vaya a jugar con el hermano; jugando el dolor pasaba. Ella ya estaba atrasada con la cena. La familia reunida alrededor de la mesa. – ¿Dónde está Pedrinho? – preguntó el papá. – Jugando allá afuera – respondió la mujer. – No con nosotros – añadió el hermano. La madre se asomó por la ventana: – Vecina, ¿no vio a Pedrinho? Regresando del cuarto el hermano contó que Pedrinho estaba allá, en la oscuridad, él, el más miedoso de la familia. – ¡Echado con zapatos, mi hijo! El niño…

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    LA PELOTA

        Felisberto Hernández   Cuando yo tenía ocho años pasé una larga temporada con mi abuela en una casita pobre. Una tarde le pedí muchas veces una pelota de varios colores que yo veía a cada momento en el almacén. Al principio mi abuela me dijo que no podía comprármela, y que no la cargoseara; después me amenazó con pegarme; pero al rato y desde la puerta de la casita -pronto para correr- yo le volví a pedir que me comprara la pelota. Pasaron unos instantes y cuando ella se levantó de la máquina donde cosía, yo salí corriendo. Sin embargo ella no me persiguió: empezó a revolver un…

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    LA OTRA SEÑORITA

        Óscar Guaramato   La maestra rural fue trasladada a otro pueblo. Nos comunicó la noticia momentos después de haber cantado un nuevo himno, cuando estábamos frente a ella, atentos a sus manos guiadoras del compás. Habló brevemente. Explicó que desde el lunes tendríamos otra maestra, que ella pasaría a regentar otra escuela, perdida en la maraña de un remoto caserío, y recomendó a todos que fuésemos amables con la nueva preceptora, por cuanto nosotros constituiríamos su prueba de fuego, su primer experimento de recién graduada.   Era viernes y atardecía sobre las casas.   Pero esto no sucedió ayer, ni anteayer.   Ella era nuestra maestra de primeras…