REFLEXIONES

CUANDO EN EL MUNDO NO HAY ESPACIO PARA TUS ORACIONES

 

Quienes estudiamos Kabbalah aprendemos que nuestro propósito en nuestro tiempo en este planeta es transformarnos por completo. Y cuando nos transformamos somos una fuerza de bien en el mundo, lo dejamos con un poco más de Luz y amor que como estaba cuando llegamos. Esta es una idea hermosa, pero ¿cómo lo hacemos realmente?

El problema es que, aunque la mayoría de nosotros quiere hacer del mundo un lugar mejor, permanecemos atados a las cargas del mundo físico: citas, facturas, obligaciones familiares, metas profesionales y demás. ¿Cómo vivimos una vida buena y altruista si tenemos tanto por hacer cada día? La respuesta está en la manera en la que nos conectamos con los demás, es decir, cuánto nos ocupamos de los demás de forma desinteresada, qué tan honestamente los ayudamos y qué tan empáticos somos en compartir su dolor.

En la porción bíblica de Nóaj aprendemos que Nóaj fue bueno y “justo”. El Creador le dijo que construyera un arca y él lo hizo, siguió cada regla y cumplió con cada pedido. Cuando se le advirtió: “Todo lo que está en la Tierra morirá”, Nóaj no cuestionó la petición del Creador e hizo lo que se le pidió. No obstante, Michael Berg destaca que Nóaj no tuvo suficiente rectitud verdadera. Después del diluvio, Nóaj lloró al ver la destrucción. El Creador respondió:

“¿Ahora es que lloras? Nóaj, vine a ti antes del diluvio para despertar en ti el deseo de pedir por el mundo. Cuando te dije que traería destrucción al mundo y te ordené hacer el arca, ese fue el momento en el que debiste haber llorado, orado y rogado por misericordia para el mundo. Sin embargo, no lo hiciste”.

Puede que Nóaj haya sido “bueno”, pero esa bondad no salvó la vida de los demás miembros de su comunidad. La lección de esta historia nos lleva a preguntarnos, si fuésemos puestos en la posición de Nóaj, ¿qué haríamos? Cuando enfrentamos una situación que puede influir negativamente en la vida de los demás, ¿cómo respondemos? El cumplimiento de nuestro verdadero propósito a menudo es cuestión de dejar de pensar en nuestras necesidades y considerar las de los demás. ¿Eres el tipo de vecino que al escuchar sobre un peligro próximo avisa a toda la comunidad? O, después de escuchar sobre el peligro inminente ¿eres el que comienza a construir un arca para ti y tu familia sin decirle nada a nadie?

Grandes cambios en nuestra conciencia global ocurren cuando los individuos realizan acciones desinteresadas y justas. Según Rav Berg: “Estamos aprendiendo que es importante tener simpatía y empatía por nuestro prójimo y nuestra familia; sentir por ellos, sentir lo que sienten. Lo espiritual, la dignidad humana, se ha perdido en el materialismo que todos buscamos”.

Es posible vivir una vida buena y tranquila, sin romper ninguna regla ni herir a nadie. Pero desde un punto de vista kabbalístico, esa persona no logra su verdadero propósito de vida y no hace nada por mejorar el mundo. Nuestra responsabilidad espiritual es conectarnos, compartir y ayudar a los demás. Sólo en ese momento podemos fortalecer nuestra conexión con la Luz.

Hay una historia que comparten los kabbalistas que explica más esta idea:

Dos hombres entran a un lugar de oración, un lugar espiritual donde había otras personas reunidas. Sin embargo, al acercarse a la puerta frontal, uno de los hombres le dice a su amigo: “No puedo entrar a este lugar”.

“¿Por qué no?”, pregunta su amigo.

El hombre responde: “Está muy lleno, lleno de oraciones, lágrimas y deseos. La atmósfera está muy llena como para entrar”.

Confundido, el amigo insiste: “Pero, ¿no se supone que eso es lo que ocurre en este tipo de lugares? Es un lugar de oración, ¿no? ¿No debería estar lleno de oraciones?”.

El hombre responde suavemente: “No, no se supone que esté tan lleno. Todas esas oraciones y deseos debieron haber sido elevados. El hecho de que no lo estén significa que hay una carencia interna de amor. Debido a que las oraciones sólo pueden ascender del mundo físico al espiritual donde hay unidad, compartir y amor entre las personas. Cuando no hay comunidad, nuestras oraciones y la energía positiva que creamos con ellas se quedan estancadas”.

Cuando estamos a disposición de los demás para ayudarlos y compartir todo lo que tenemos, hacemos más que simplemente ayudarlos en los momentos difíciles, también ponemos en marcha una fuerza muy poderosa. Los similares se atraen. La energía positiva que compartimos es la energía positiva que invitamos a nuestra vida. Nuestra responsabilidad es encontrar maneras de tender la mano, conectarnos y compartir con los demás.

Rav Berg dice: “Cada vez que entremos en una discusión, impase o incluso una guerra debemos entender que no sólo es para librar al mundo de caos, sino también para enseñarnos una lección: que lo que trajo el caos en un primer momento fue la falta de dignidad humana hacia los demás”. El bienestar de nuestra familia, comunidad y el resto del mundo está en nuestras manos.

 

Fuente: http://es.kabbalah.com

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