REFLEXIONES

LAS 3 CARAS DE LA FELICIDAD

 

 

Eli Bravo

 

Cada quien tiene su idea de lo que significa ser feliz, bien sea por de la experiencia de haberlo sido en algún momento, o mejor aún, de vivir el presente con una sensación base de felicidad que se mantiene inalterable ante los altibajos del día a día. Al igual que los bombones la felicidad tiene muchos envoltorios y sabores, pero según Martin Seligman, considerado el padre de la psicología positiva, existen tres niveles que marcan su evolución: el placer, el compromiso y el significado.

O si la visualizas como ondas en expansión, la felicidad es una energía que nace del goce interno para crecer y alcanzar a la humanidad.

El primer nivel es la felicidad placentera; se trata de la agradable sensación física y mental que llega cuando haces algo que te causa placer. Personas queridas, lugares especiales, actividades que te gustan, todo lo que te traiga emociones positivas contribuye a tu nivel básico de felicidad, especialmente si eres capaz de saborearlo y apreciarlo el momento. Pero Seligman no se limita al ahora, que sin duda marca la experiencia de vida, para extenderse al pasado y el futuro. Hacia atrás, usando el perdón y el agradecimiento como herramientas para sanar heridas, pero sobre todo almacenando las vivencias placenteras como una “reserva emocional” para enfrentar los días difíciles. Y hacia delante, echando mano de la esperanza y el optimismo para despejar el horizonte de nubarrones.

Un nivel más arriba de las sensaciones placenteras está la felicidad que surge cuando nos comprometemos con nuestras virtudes y fortalezas. Ya no se trata de simplemente pasarla bien, sino de conocernos mejor para vivir a plenitud nuestros potenciales. En un amplio estudio que realizó junto al Dr. Christian Peterson, Seligman identificó seis virtudes que conducen a una felicidad comprometida: sabiduría, valor, amor, justicia, moderación y espiritualidad. Al cultivar estas virtudes en nuestros pensamientos y acciones vamos construyendo una sólida base de felicidad que ya no se limita a nosotros sino que comienza a extenderse a los demás.

Así aparece el tercer nivel, el de una vida con significado y con propósito: vivir para algo más grande que nosotros y que nos trasciende, dando a la humanidad lo mejor que tenemos. Suena grosso ¿cierto? Pero no se trata de ser la Madre Teresa o Buda (aunque ambos personajes son profundamente inspiradores) sino de vivir con amabilidad, bondad y entrega, enfocando la atención en obras que permitan desarrollarnos como personas la vez que conectamos con los demás. De esta forma la felicidad deja de ser un asunto personal para convertirse en una experiencia compartida.

¿Qué tal trabajar en tu felicidad para que esa energía se expanda, tocando tu vida y a las personas que te rodean?

Ser feliz no se trata de vivir en una euforia permanente o un ataque de risa constante. La verdadera felicidad es más profunda. Es una roca madre sobre la cual disfrutamos los días de luz y transitamos los momentos espesos. Tiene que ver con las emociones, pero más allá, está conectada a la forma como decides vivir. Suena a frase hecha, pero es verdad: ser feliz es una elección. Y llevar esa felicidad a otro nivel es algo que puedes hacer ahora mismo. Solo tienes que trabajar en ello.

 

Fuente: http://elibravo.com/

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