• DE TODO UN POCO

    EL LLAMADO

    Selva Almada Era una mañana soleada. Aunque ya había comenzado el invierno, la temperatura era agradable, todavía otoñal. Lidia Viel tomaba un café negro sentada a la mesita de la cocina. Desde allí, por el gran ventanal que daba al jardín, observaba al muchacho que cortaba el césped. Él y su hermano hacían trabajos de jardinería en el barrio. Lidia Viel los llamaba una o dos veces al mes, dependiendo de la estación. En el verano venían hasta tres o cuatro veces en un mes porque también se ocupaban de mantener la pileta. Casi siempre venía este, Juan, y cuando no podía lo reemplazaba el hermano. Lidia lo prefería a…

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    TORITO

    Luis Mey –¿Yo? Bien, pero bien en serio. Antes estaba mal, vos sabés. Pero antes. Ahora no. Sigo tomando, más vale, pero poco. No me cuelgo como antes. Lo manejo. Antes me manejaba a mí. Ahora tengo un diálogo, ¿sabés? Onda: mirá, vos me gustás, yo te gusto. Pero si me matás, no te voy a poder seguir gustando y no me vas a seguir disfrutando. Entonces nos disfrutamos mutuamente. Capaz que cuesta que una mina lo entienda. Un toque a mí me hace bien. No te digo que es lo mejor. La posta es que lo mejor sería dejar. Pero no puedo. Y como no puedo, mejor manejarlo así,…

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    LAS VENTANAS

    Charles Baudelaire El que mira desde afuera a través de una ventana abierta nunca ve tantas cosas como el que mira una ventana cerrada. No existe objeto más profundo, más misterioso, más fecundo, más tenebroso ni más deslumbrador que una ventana iluminada por una vela. Lo que se puede ver a la luz del sol es siempre menos interesante que lo que pasa detrás de un vidrio. En esa abertura oscura o luminosa vive la vida, sueña la vida y sufre la vida. Más allá de la ondulación de los tejados veo a una mujer madura ya, arrugada, pobre, siempre inclinada sobre algo y que nunca sale de su casa.…

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    ME ACUERDO

    Hernán Ronsino Me acuerdo del tío Paco, de su risa, del modo en que se lo recibía en casa cuando nos visitaba los domingos un rato antes del almuerzo, con esa alegría de recibir al que cuenta cuentos. Me acuerdo de los teléfonos públicos. Recién a los veinte años tuve por primera vez un teléfono en mi casa. Pero antes de eso, cuando había que llamar a alguien – y llamar era un hecho extraordinario – el llamado se hacía desde la cantina del club Cerámica. Ahí había un teléfono público. Me acuerdo del sonido de los cospeles al entrar, del esfuerzo por discar los números, del jadeo entrecortado que…

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    NOCHE

    Leila Guenther Despertó de madrugada, no aterrada, sino confusa. Algo la había tocado en la oscuridad y tuvo miedo. Al lado, su marido dormía tranquilo, el rostro ahogado en la almohada, muy distante de ella. Lo pudo confirmar cuando extendió el brazo casi por completo para tocarlo. Él no se movió, su sueño era profundo, contrario al de ella. Se enderezó, lamentando haber dormido con los dos ojos cerrados, amenazada, a merced de aquello que la había tocado. En vano procuró reconciliarse con el sueño, no debía dormir, debía ser infalible; si fallara, apenas un instante de descuido y sucedería lo irremediable. Los ojos abiertos en la oscuridad, tan acostumbrados…