LITERATURA

LAS VUELTAS DEL TIEMPO

 

 

Iván Égüez

Tragedias portátiles

 

Sin haberlo pensado, un día se puso a trotar en el parque. Por el lado contrario venía una muchacha en short y buzo blancos, dorada como ese sol tras bastidores de las seis de la mañana. A la segunda vuelta quizá la vio más detenidamente y le pareció rauda y desopilante, desaprensiva como él, casi indiferente.

Mientras corría sintió una rara emoción al saber que la iba a topar en la tercera vuelta; la vio pasar con un tranco más seguro y con la mirada perdida en el horizonte.

En el nuevo encuentro le pareció un poquito excedida de peso, menos rápida pero siempre bella. El quinto cruce fue casi un disimulo: pasó sin sonreírse, tan preocupada como agitada.

Luego demoró en aparecerse, pero al fin, venciendo su ya manifiesta gordura, avanzó sin siquiera mirarlo. Esta vez el tiempo de la vuelta aumentó considerablemente, pero ahí venía, casi al paso, demacrada y con unos cabellos plateados por debajo del gorro. Sin embargo saludó y en sus ojos se notaba cierta mirada de, podríamos decir, comprensión más que de esquiva timidez.

Él, entristecido, pensó un instante en dejar de dar vueltas para no volverla a encontrar y decepcionarse del todo, pero ahí estaba ella esperándolo, dispuesta a ayudarlo, a caminar junto a ese anciano con quien se habían conocido en el parque cuando eran un par de chiquillos desaprensivos ante la vida.

 

Fuente: http://www.literaturayescritores.com

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

+ 11 = 19