CALLEJÓN XLOPETEC 39 O EL ABATIDO
Gilda Holst
“Bumerán”
Mi abuelo murió de coincidencias, o de consecuencias, todavía no lo determino bien. En todo caso fue de golpe, casi como un golpe de destino. Infarto cardiaco-cerebral.
Como único pariente, me tocó hacerme cargo del muerto y luego ir a retirar sus cosas del cuchitril –casi del tamaño de un closet- donde vivía. Un cuarto diminuto de portería. Encontré la documentación que necesito en caso de si algún día quisiera que se me abran las fronteras españolas, encontré fechas que aclaran algunas cosas, recortes de periódicos, algunos libros y escritos anotados en un cuaderno. También una mesa y dos sillas que me servirán para mi apartamento.
La primera coincidencia que puedo dar cuenta es que mi abuelo llegó a México en el mismo año que Luis Buñuel, o sea, 1946. Jamás habló de su pasado, qué hacía, qué hizo, por qué vino, si hubo causas que motivaron su exilio o si simplemente escogió emigrar, ni siquiera sé si todavía tengo parientes por allá. Nació en Andalucía, en 1925, llegó a los 21 años y terminó de jovencearse y seguramente de enloquecerse aquí. Fue un solitario en toda su vida en México. La segunda silla es en verdad, una incongruencia.
Mi abuela quince años mayor que él, fue un accidente en su vida. Nunca cohabitaron, la visitaba cada semana hasta que mi madre cumplió siete años, comía algo con ellas, les daba dinero y eso era todo. Después iba sólo de vez en cuando aunque siguió mandando dinero. La suspensión de sus visitas semanales coincidió con el único viaje que realizó desde México. Viajó a Guatemala a ver, según él, un quetzal en libertad. Pero parece que no vio ninguno, sólo los que aparecen en las monedas o los enjaulados, escribió. Mi madre se llama Inés porque así se llamaba la hija de Nicolás Sacco que, según lo que mi abuela entendió, había sido un buen amigo italiano de mi abuelo.
La segunda coincidencia que lo marcó fue que entró a trabajar de portero en el número 39 de la calle Xlopetec donde acababa de ocurrir una tragedia. Según los recortes de periódico había sucedido así: un tipo había llegado al número 39 y preguntado por el Sr. Sánchez, el portero le respondió que no conocía a ningún Sr. Sánchez pero que fuera a preguntar en el número 41 que seguramente vivía allí. El hombre fue al 41 y preguntó por el Sr. Sánchez. El portero del 41 le respondió que –sin duda alguna-, Sánchez vivía en el 39 y que el portero del susodicho inmueble se había equivocado. El indagador regresa al 39, toca la puerta al portero, vuelve a inquirir por el Sr. Sánchez y explica lo que pasa. El portero le ruega que espere un momento, va hacia un rincón, regresa a la puerta con un revólver, le dispara y mata al hombre. El portero del 39 fue llevado preso, por supuesto. De allí la vacante de portería, que mi abuelo ocupó. La tercera e increíble coincidencia fue que el apellido del abatido es el mismo que el de mi abuelo.Al principio, según las notas del cuaderno, mi abuelo Francisco trató de averiguar lo que desde la noticia periodística le pareció evidente, aunque el titular de la misma <<Lo matan por preguntón>>, distorsionara el contenido a una cuestión de simple azar y exceso. Para él fue obvio que, entre el portero del 39, el del 41 y Sánchez, había una pendencia. El preguntón seguramente tampoco era ningún inocente buscando a Sánchez. Pero, ¿qué clase de lío?Allí cherchez la femme no se aplicaba, eso lo entendió mi abuelo desde el comienzo, y toda su averiguación posterior lo confirmó pero no sirvió de mucho, a no ser que el tener conocimiento del algo y, en este caso, del conflicto ocurrido hace muchísimos años atrás, dé alguna satisfacción; pero en sí, conocer, no cambia nada. Antes más bien lo perjudicó y le causó la muerte, porque la siguiente vez –cincuenta años después-, que se preguntó por el Sr. Sánchez, indudablemente preguntando por él, el razonamiento de mi abuelo se fue por el lado de la certeza de que nadie se acuerda del apellido de un portero y entonces pensó que la historia se repetía, y él prefirió morir, allí mismo, de un síncope bien absurdo.
Qué puedo decir, mi madre me había dicho que vivía en el callejón Xlopetec, se acordaba sólo de que era en la vereda de los impares, no del número de la puerta. Fui al 41, me mandaron al 39 y pregunté por mi abuelo.
Texto transcrito con autorización de la autora.
Fuente: http://www.solocrecer.com
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