DE TODO UN POCO

LA NIÑA MUDA

Chiquita Barreto Burgos

La señora la mandó traer a la casa al fallecer la madre; para que no fuera a parar al hogar de niños abandonados. Además, ciertas sospechas la obligaban a ser generosa. La difunta había servido algunos años en su casa, y la edad de la niña, mas ciertos rasgos sutilmente familiares, indicaban que podría ser el resultado de algunas travesuras de sus hijos.

Hubo sin embargo, sorpresa en la familia por tan repentina decisión. ¿Por qué a su edad debía cargar con semejante responsabilidad? La señora no estaba vieja, distaba mucho de eso; pero sus hijos ya habían crecido, estaban todos casados, y era ya tiempo que descansara. Y una niña de corta edad da trabajo.

Pero como siempre, nadie se opuso abiertamente y la pequeña se quedó ahí.

Para que en el futuro no tuviera dudas de cuál era su lugar en la casa, colocaron otra camita en el cuarto del fondo junto al de la empleada, y la niña comprendió rápidamente que más le valía no llorar de noche y tampoco de día.

Era una criatura silenciosa. En realidad casi no se la sentía.

Había demasiado prohibiciones para ella, y las transgresiones tan severamente castigadas, que optó por quedarse sentadita en su sillón chupándose el dedo gordo del pie izquierdo, pero eso también fue rápidamente combatido, la empleada, por orden de la señora le untó primero con limón y como no fue suficiente para hacerla desistir de tan mal hábito, tuvo que recurrir a la pimienta blanca hasta que dejó de hacerlo.

A más de ser silenciosa era una niña quieta, porque las nenas no pueden andar cabezudeando, montando palos de escobas o trepándose a los árboles, tienen que ser finas y recatadas, yo le voy a inculcar las buenas costumbres.

El tiempo pasó rápidamente y Antonia -ese era su nombre aunque ignoraba su apellido- creció y creció. Por razones obvias eso no le estaba prohibido.

Se estiró como si la soplaran. Su cuerpo se ensanchó, reventando las costuras de sus vestidos. Era ya muy útil en la casa -dentro de poco no necesitaré doméstica, con lo difícil que resulta en estos tiempos conseguir servidumbre, comentaba la señora-.

Con el tiempo todos se sintieron felices. Era bueno ser generoso -que sería de ella si no fuera recogida a tiempo-.

Los domingos se reunía la familia completa. Los hijos, las nueras, y los nietos. Entonces el caserón se llenaba de voces y risas, que morían justo al anochecer.

Nadie la maltrató nunca, salvo los justos castigos para su formación; al contrario, todos se hacían servir amablemente por ella.

Se convirtió en una señorita. Y todas las mujeres de la familia le hacían regalos: vestidos pasados de moda, zapatos que quedaban grandes o chicos.

La señora se enternecía con la bondad de sus nueras y de sus hijos -te das cuenta de tu suerte mi hija, le decía con frecuencia, no te falta nada, todos te tratamos bien, y el domingo hasta te invitaron a comer en la mesa, aunque yo no estuve de acuerdo, para que te voy a mentir. Cualquiera te envidiaría. Y tenés la belleza propia de mi familia, no vayas a desvariar pensando tonterías, te parecés a nosotros porque te criaste con nosotros. Realmente si pensás bien tenés tanto que agradecernos.

Antonia siempre la escuchaba sin replicar, sin ningún gesto como si no le hablaran a ella. Pero la señora, entusiasmada por su propia bondad, no se fijaba nunca en el silencio, que era su única rebeldía.

Y era tanta su rebeldía, que jamás volvió a hablar más que a solas.

Por las noches cuando se encontraba en el cuartucho, mal ventilado y pero iluminado, que en los últimos tiempos era de ella sola porque en la casa se había prescindido de los servicios de la empleada, masticaba a grandes voces su protesta, conversaba con los fantasmas macilentos de las paredes, y su voz sonaba extrañamente grave en el caserón vacío, del cual sólo le pertenecía el cuarto más estrecho y húmedo y el viejo colchón que todavía guardaba el olor a orín de su solitaria infancia.

Una noche salió con el panadero de enfrente y no volvió.

Fuente: http://liternauta.es/

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

+ 19 = 26