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UN CUENTO DE TERROR
Mempo Giardinelli No respondió. No pestañeó, no se le movió un solo músculo, no intentó siquiera un mínimo gesto. Simplemente miró al hombre, pero sin verlo, como a una ilusión vieja. Erguido, sereno, analizando la sorpresa, midió su asombro con un quietismo alerta que no era otra cosa que su única manera de reprimir la manifestación de su pavura. -Mi nombre es Rogelio Budman -repitió el hombre-. Usted ya me conoce. Parecía abarcar todo lo ancho y lo alto de la puerta. Lo miraba fijo a los ojos, con la actitud cortés -o amenazante- de quien espera que lo inviten a pasar de una vez. Serio…
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EL TÍTULO
Federico Jeanmaire El Chino le pidió que se quedara; que no fuera a dejarlo solo, por favor, le rogó en su media lengua. Ya eran las seis y diez de la tarde y ella no podía ni quería quedarse: tenía que pasar por su casa, bañarse, cambiarse ese ridículo uniforme que le hacía poner el Chino por alguna otra ropa más decente, pintarse un poco, peinarse y estar en la nocturna a las siete en punto, le iban a entregar el diploma. Por favor, hoy necesito que se quede, le repitió el Chino casi con lágrimas en los ojos. Pero no. Ella no aceptó.…
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LA MIGALA
Juan José Arreola La migala discurre libremente por la casa, pero mi capacidad de horror no disminuye. El día en que Beatriz y yo entramos en aquella barraca inmunda de la feria callejera, me di cuenta de que la repulsiva alimaña era lo más atroz que podía depararme el destino. Peor que el desprecio y la conmiseración brillando de pronto en una clara mirada. Unos días más tarde volví para comprar la migala, y el sorprendido saltimbanqui me dio algunos informes acerca de sus costumbres y su alimentación extraña. Entonces comprendí que tenía en las manos, de una vez por todas, la amenaza total, la máxima dosis…
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LOW COST
Gonzalo Peltzer Estoy seguro de que este negocio se nos ocurrió a todos cada vez que nos subimos a un avión: una línea aérea que abarate los pasajes a fuerza de concentrarse en LLEVARNOS DE UN LUGAR A OTRO, que es lo que realmente les importa a los pasajeros… ¿qué necesidad hay de darles de comer porquerías?, ¿para qué necesitamos tantas azafatas, comisarios y auxiliares a bordo?, ¿a quién se le ocurre pagar el doble o el triple para sentarse media hora en un asiento solo un poco más cómodo?, ¿cuánto les cuesta el miserable sanguchito que a mí me lo cobran a 400 dólares?, ¿hace falta…
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VEINTE SEGUNDOS NO ES NADA
Virginia Feinmann Cuando mamá me dijo que la tía Claudia venía de México me puse nerviosa. El último terremoto la había afectado y necesitaba ver a su familia. Comí de más esa noche. Casi toda la pizza. Mamá no se dio cuenta, ni tampoco de los millones de veces que fui y vine del baño, así que al final le dije: “Me imagino que no van a dormir acá, ¿no?” —No… —me dijo ella como acordándose de algo— O sea, sí, ella sola… El tío no viene. Me calmé, porque después de todo a la tía la quería, y me daba pena que le afectaran tanto los…