TOMANDO MI PROPIA MEDICINA
Eli Bravo
Me cuesta escribir con gripe. Se me congestionan las (pocas) ideas y por lo general me decae el entusiasmo. Con esta gripe en particular me está costando más escribir, quizás porque tengo varios días con ánimos espesos y se supone que debo escribir cosas positivas. ¿Cierto?
Si algo no me cuadra en ciertas tendencias del mundo de la motivación, el bienestar y la espiritualidad es la noción de que “todo es bello” y por lo tanto no hay espacio para manifestar las “emociones negativas”. Porque resulta que la gente se entristece, se encabrona o a veces no quiere salir de la cama. En esos momentos las afirmaciones o la sobadita con frases lindas me resultan como una infusión de camomila. Ayudan, pero no parecieran la receta adecuada.
Ser humano es ser complejo y cambiante, eso lo sabemos, y reconocer esos torbellinos emocionales permite sondear la realidad de quienes realmente somos. Si solamente viviéramos para los días buenos ¿entonces lo malos son días perdidos? No lo creo. Practicar en los momentos densos es doblemente importante: permite ejercitarnos en los aprendizajes y experimentar en carne propia que todo es pasajero. Como la gripe.
Como habrás notado no vengo precisamente radiante y ya era imposible postergar la entrega de esta columna. ¿Solución? Tomarme una cucharada mi propia medicina y sentarme a escribir.
Estos han sido días de poner en práctica el discurso de la felicidad, el bienestar y la compasión. Walk the talk, como dicen. En mi caso esto significa observar con atención lo que siento, aceptarlo, explorar en ello y abrir espacios para que fluya. Suena como una frase de Yoda ¿no?
Lo de observar es darme cuenta de este ánimo espeso y no confundirlo con la gripe. Si le doy otro nombre, o me hago el loco para no verlo de frente, es como tratar una infección con toallitas refrescantes y aromatizadas. Quizás limpian, pero no curan.
Lo de aceptarlo es reconocer lo que siento sin temores o prejuicios. “No debería sentirme así” o “No es momento de estas vainas” son huidas hacia ningún lugar. Hacerse el duro, como hacerse el loco, es meter el sucio bajo la alfombra.
Explorar es mirar hacia donde me llevan estas sensaciones y sentimientos. Aquí es donde meditar cobra sentido, al menos para mi. Porque no se trata de sentarse en el cojín a levitar o esperar que descienda la gracia divina. Es sentarme con auténtica curiosidad ante las emociones y pensamientos para experimentarlos tal y como son. De esta forma les abro espacio, sin controlarlos o reprimirlos.
Y así, en lugar de mirarme al espejo y decirme “tranquilo campeón que todo estará bien, mente positiva, enciende tus velitas, conéctate con la buena vibra y pon sonrisa de ganador”, el proceso más transformador es llevar los días de vulnerabilidad con la conciencia de que estos son estados pasajeros. Esta gripe (y este chaparrón) no son lo que realmente soy. Son estados de mi ego, el mismo que me ayuda a operar en este mundo pero que en ocasiones me clava las uñas.
¿Sigues allí?
Yo también. Cuidando la enfermedad, con compasión hacia mi mismo y procurando no darle demasiado a guerra a la gente a mi alrededor. La gripe y los ánimos espesos no son para estornudárselos a los demás en la cara. Pero tampoco para ocultarlos. Por eso tomo mis antibióticos para detener la congestión y tomo conciencia para mantenerme en la vía. Hasta ahora el tratamiento está surtiendo buen efecto.
Una nota final: si en tu caso la pesadez de ánimo lleva varias semanas, podrías sufrir de depresión crónica. Busca ayuda. En serio. Hay etapas de la vida cuando la propia medicina no es suficiente. Te lo digo por experiencia.
Fuente: http://www.inspirulina.com/