LITERATURA

ACERCA DE ROMPER PAPELES

En esto de romper papeles tengo un recuerdo que podría parecer alentador pero que a mí me resulta deprimente. Es un recuerdo que se remonta a una noche de julio de 1955 -la víspera de un viaje a Europa enviado por El Espectador-, cuando el poeta Jorge Gaitán Duran llegó a mi cuarto de Bogotá a pedirme que le dejara algo para publicar en la revista Mito. Yo acababa de revisar mis papeles, había puesto a buen seguro los que creía dignos de ser conservados y había roto los desahuciados.  

Gaitán Duran, con esa voracidad insaciable que sentía ante la literatura, y sobre todo ante la posibilidad de descubrir valores ocultos, empezó a revisar en el canasto los papeles rotos y de pronto encontró algo que le llamó la atención. ‘Pero esto es muy publicable’, me dijo. Yo le expliqué por qué lo había tirado: era un capítulo entero que había sacado de mi primera novela La hojarasca -ya publicada en aquel momento- y no podía tener otro destino honesto que el canasto de la basura. Gaitán Duran no estuvo de acuerdo. Le parecía que en realidad el texto hubiera sobrado dentro de la novela pero que tenía un valor diferente por sí mismo. Más por tratar de complacerlo que por estar convencido, lo autoricé para que remendara las hojas rotas con cinta pegante y publicara el capítulo como si fuera un cuento. ‘¿Qué título le ponemos?’, me preguntó, usando un plural que muy pocas veces había sido tan justo como en aquel caso. ‘No sé’, le dije. ‘Porque eso no es más que un monólogo de Isabel viendo llover en Macondo’.  

Gaitán Duran escribió en el margen superior de la primera hoja casi al mismo tiempo que yo le decía: ‘Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo’. Así se recuperó de la basura uno de mis cuentos que ha recibido los mejores elogios de la crítica y, sobre todo, de los lectores.  

Sin embargo, esa experiencia no me sirvió para no seguir rompiendo los originales que no me parecen publicables, sino que me enseñó que es necesario romperlos de tal modo que no se puedan remendar nunca.      

Gabriel García Márquez

Diario Clarín, Buenos Aires, 9 de febrero de 1984, p. 5. 

Fuente: http://groups.google.com.ar/group/mirasala

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