MOTIVACIÓN

LA SABIDURÍA DE UN VENDEDOR DE ALFOMBRAS

Ricardo Ros 

A veces las cosas cambian. Mejor dicho, las cosas siempre cambian. Se suele decir que lo único que no cambia es el cambio mismo. El cambio puede ser gradual y lento, como el que se produce en las calles de nuestras ciudades (si ves fotografías de hace diez años, te darás cuenta de que todo ha cambiado, aunque no hemos sido conscientes de ese cambio de mobiliario urbano, árboles, tiendas, modelos de los automóviles…), o puede ser rápido y catastrófico, como el producido por un huracán o un terremoto. Pero el cambio se produce, queramos o no.Una vez producido el cambio, las cosas ya nunca más vuelven a ser como antes.

Cualquier cambio exige adaptación. Un cambio sin adaptación implica una fuente de problemas. Si sigo comportándome con mis hijos adolescentes como cuando eran niños, voy a tener problemas. Si sigo subiendo las escaleras corriendo como cuando tenía doce años, voy a tener problemas. Si sigo comiendo lo mismo que cuando tenía veinte años, voy a tener problemas. Si sigo resolviendo los procesos de mi trabajo igual que hace dos años, voy a tener problemas.

Las personas cambiamos, las relaciones cambian, las empresas cambian, las necesidades cambian, las modas cambian, las costumbres cambian, las relaciones cambian, el mundo cambia. Y, o nos adaptamos a esos cambios, o tendremos problemas.

¿Y cómo podemos enfrentarnos al cambio? La respuesta es muy fácil: a través del cambio.

Si hay cambios, introduce cambios:
– Cambio de Circunstancias
– Cambio de Contexto
– Cambio de Punto de vista
– Cambio de Consecuencias
– Cambio de Posibilidades
– Cambio de Prioridades
– Cambio de Recursos
– Cambio del proceso de Información
– Cambio de Coste/Valor/Precio
– Cambio de Recompensas
– Cambio de Actitud

Tengo dos compañeros de colegio que estudiaron informática, cuando la informática estaba en pañales. Ambos comenzaron a trabajar en una empresa que se dedicaba a procesar datos para otras empresas, en un momento en que todavía no existían los PCs y los ordenadores eran grandes armatostes que funcionaban con tarjetas perforadas y lámparas de filamento (sí, eso ocurría no hace mucho tiempo)

De repente, las empresas comenzaron a comprar PCs, con lo que podían hacer esos trabajos por sí mismas, y la empresa de mis amigos quebró. Uno de ellos fue directamente al paro y sigue sin trabajar después de 25 años. No ha vuelto a trabajar, porque, según sus palabras, «la tecnología actual es mucho peor que la que nosotros usábamos y no estoy dispuesto a aprender cosas que no tienen futuro». El otro amigo, ya antes de que cerrara la empresa, hizo un cursillo de MS-DOS y rápidamente puso en marcha otra empresa, en la que siguen realizando programas de aplicación para PC, que venden a empresas que usan PCs. El primero lleva lamentándose desde hace 25 años, mientras que el otro sigue adaptándose a los rápidos cambios que se producen en el mundo de la informática. El primero está permanentemente de mal humor. El segundo suele estar de buen humor (por lo menos cuando sale de trabajar)

Hace algunos años, visitando un zoco en Túnez, mis ojos se fueron hacia una preciosa alfombra persa. El dueño del bazar se dio cuenta enseguida de que me interesaba su alfombra. Pregunté el precio: 8.500 Dinares (unos 5.000 Euros). Le dije que no, que era demasiado cara para mí. Me preguntó cuánto le ofrecía. Como el precio que me había dicho era excesivamente caro, incluso aunque le regatease, le dije que no me interesaba. Estuvimos dando vueltas por el zoco y al cabo de media hora volvimos a pasar por la misma callejuela. El comerciante me reconoció y se acercó. Me dijo: 950 Dinares (unos 600 Euros). Yo le dije «pero si me acabas de pedir 8.500». El contestó: ¡Eso era antes, esto es ahora!

Hay toda una sabiduría en esa frase: ¡Eso era antes, esto es ahora!

Comprender esta cosa tan sencilla («¡Eso era antes, esto es ahora!») es la diferencia entre avanzar o quedarte estático. El mundo avanza a marchas forzadas. Si te paras, el mundo te arrolla. La tecnología vuela, las técnicas que eran poderosas hace muy poco tiempo hoy están obsoletas, las costumbres de ayer ya no sirven hoy, grandes empresas cierran porque no han sabido adaptar sus métodos de venta a los nuevos sistemas de distribución, Internet revoluciona las relaciones entre las personas. Ya nada es como era la semana pasada. O cambias, o te hundes.

Este cambio en el mundo se va a acelerar en los próximos diez años hasta límites inimaginables, ya que tenemos que sustituir la actual fuente de energía, que se está agotando y va a alcanzar unos precios imposibles de asumir, por algún otro tipo de energía alternativo. Imagina un mundo en el que ya no se utilicen fuentes de energía fósiles. Cambiará la forma de calentar nuestros hogares, la forma de viajar, la forma de procesar las materias primas. Estamos entrando ya en una nueva revolución tecnológica, que vamos a tener que asumir, queramos o no.

La madera fue fuente de energía durante miles de años. El carbón sustituyó a la madera durante unas decenas de años y el petróleo al carbón durante algunas décadas. Para mis bisabuelos fue un trauma, pero lo tuvieron que asumir, pasar de la madera al carbón. Para mis abuelos también fue un trauma, pero lo tuvieron que asumir, pasar del carbón al petróleo. Nosotros vamos a tener que asumir pasar del petróleo a alguna otra fuente de energía (¿hidrógeno, quizás?)

Todavía recuerdo a mi abuelo viendo en la TV el primer alunizaje. No se lo podía creer. Había pasado de calentarse con leña a ver que un cohete espacial se posaba sobre la Luna. ¿Qué no llegaremos a vivir nosotros?

Este cambio rápido e instantáneo que se está produciendo en el mundo actual es traumático para quienes utilizan la inteligencia lógica; no lo es para quienes usan su inteligencia operativa. Porque la inteligencia operativa está asentada sobre el cambio, sobre la creatividad, sobre la flexibilidad, sobre la adaptación.

Haz una lista de diez cosas de tu vida a las que les puedas aplicar la frase «¡Eso era antes, esto es ahora!» y escribe al lado una alternativa que te saque del bloqueo:

Comprender esta cosa tan sencilla es la diferencia entre avanzar o quedarte estático.

Quizás una buena forma de empezar a cambiar es que me digas lo que opinas. ¿Qué te parece la idea de “eso era antes, esto es ahora”? ¿Cómo puedes aplicarla a tu vida personal, de pareja, con tus hijos, en tu trabajo?
Fuente: http://www.ricardoros.com

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

− 1 = 1