DE TODO UN POCO

HAGA LO QUE HAGA, ESTARÁ MAL

Ian Stafford 

La vida profesional está repleta de situaciones en las que hay que elegir una solución, y en las que cualquiera que elijas será sin duda un error. Si esta solución es mala, la contraria será, sin duda, peor. Se la denomina como la paradoja «condenado si lo haces, condenado si no lo haces». 

Hagamos lo que hagamos estará mal.

Ya es un consuelo que otros experimenten esa misma frustración y que, además, incluso este fenómeno haya sido estudiado por la psicología.

Se te pide simplemente que emprendas dos acciones simultáneamente excluyentes y en las que ambas tienes consecuencias negativas.

Este tipo de situaciones puede tener un efecto paralizante, desmotivador.

Hace poco tiempo fui encargado en mi trabajo para realizar un proyecto muy superior a mis capacidades o las de cualquiera. Al ver mi incapacidad para afrontar esa situación se me planteó una paradoja de este tipo. Por un lado, si no conseguía sacar a flote aquella empresa y fracasaba, mis superiores pensarían que era un inútil, una persona incapaz de afrontar una situación difícil. Por otro lado, si encaraba el problema y salía fortalecido de esa situación sería muy bien valorado por mis superiores que acto seguido confiarían en mí para nuevos proyectos descabellados e imposibles. Era todavía peor, una pesadilla.

No voy a contar cómo terminó todo puesto que desgraciadamente todavía no ha terminado, continúo en ello, pero adelantaré que en gran medida la solución está en replantear el problema, intentar verlo desde una nueva perspectiva, intentar re-enfocarlo.

La paradoja, el dilema es una trampa, un engaño, puesto que aunque se nos den dos opciones en realidad nos lo son. Aunque las opciones parecen diferentes en realidad sólo son dos caras de la misma solución errónea.

El verdadero problema que se nos plantea es precisamente ese, identificar el problema. Un problema no existe mientras no lo identificamos como problema.

En una reciente entrevista, el periodista preguntaba a un famoso pintor hiperrealista que cómo había solucionado el problema de plasmar lo más fielmente posible la realidad en un cuadro pintado al aire libre y en el que la luz era continuamente cambiante. El pintor quedó sorprendido por la pregunta. Sencillamente no se había percatado de que existiera ese problema. No había tenido ese problema porque nunca lo había percibido como tal. 

En otras ocasiones es precisamente la propia «normalidad» la que nos dificulta solucionar un problema. Robert Pirisg nos dice: «Lo que hace tan difícil ver el mundo con claridad no es su extrañeza, sino su normalidad. La familiaridad también puede cegarnos.»

Suponemos muchas cosas «por que sí», sin plantearnos si en esta ocasión concreta esa suposición será igualmente válida. Es importante no dar por sentado lo que parece obvio, porque puede ser el punto de partida para no identificar realmente el posible problema.

Otra forma de re-enfocar una situación, de darle la vuelta puede ser dejar reposarla.

Se suele decir: «Consúltalo con la almohada». Si dejamos el problema al margen durante un tiempo y dedicamos nuestras energías a otras actividades, nos relajamos, distraemos nuestra mente, descansamos, eliminamos la tensión de tomar una decisión precipitada, con toda probabilidad al volver a enfrentarnos con el problema podremos afrontarlo desde otra perspectiva.

Intentar ver las cosas desde el punto de vista de otra persona o expresar la situación con otras palabras son otras posibilidades que se nos ofrecen para superar situaciones paradójicas en las que cualquier decisión que se tome parece equivocada.

Las palabras que se emplean para definir una situación no son inocuas. Cada palabra tiene una carga de connotaciones determinadas. La elección de unas palabras y no otras no se realiza al azar. Cada palabra despierta en nosotros unas imágenes distintas y, por tanto, unas reacciones distintas. Un simple cambio de expresión, de matiz, puede ser definitivo para solucionar una situación conflictiva. 

Fuente: http://www.pnlnet.com

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