-
LA ÚLTIMA BATALLA DEL HIDALGO
Enrique Patiño Estaba enfermo. Tenía las manos resquebrajadas y opacas como las tierras de su infancia. Cuando no tosía, que era casi todo el día, gesticulaba con ademanes volátiles y repetitivos, como aspas en el viento. Sus ojos permanecían derrotados, perdidos en un punto ciego. La única otra vez que había vivido un desasosiego similar al de ahora fue cuando se quedó esperando que le llegara el correo para irse a América. Jamás obtuvo el aval. Esta vez el tormento era mucho peor y el mal, definitivo. Sus facciones se habían tornado puntiagudas debido a la enfermedad y su cuerpo había adquirido la delgadez de una lanza…
-
TALPA
Juan Rulfo Natalia se metió entre los brazos de su madre y lloró largamente allí con un llanto quedito. Era un llanto aguantado por muchos días, guardado hasta ahora que regresamos a Zenzontla y vio a su madre y comenzó a sentirse con ganas de consuelo. Sin embargo, antes, entre los trabajos de tantos días difíciles, cuando tuvimos que enterrar a Tanilo en un pozo de la tierra de Talpa, sin que nadie nos ayudara, cuando ella y yo, los dos solos, juntamos nuestras fuerzas y nos pusimos a escarbar la sepultura desenterrando los terrones con nuestras manos –dándonos prisa para esconder pronto a Tanilo dentro del…
-
EL SEDICIOSO
Virgilio Díaz Grullón Lo trajeron engrillado y con escolta a la hora en que el capitán Núñez solía descansar su sueñito cotidiano en el patio de la fortaleza, a la sombra de los muros que se levantaban a ambos lados del enorme portón que daba acceso al recinto. El ruido de las pisadas sobre el empedrado y el sonido de las palabras que comenzaban a pronunciarse en el puesto de guardia despabilaron al capitán poniéndolo tenso sobre la silla de guano que había recostado momentos antes de la pared, porque aquel día sus sentidos estaban más alerta que lo acostumbrado. Y con razón: la…
-
DADME MI NÚMERO
Julia de Burgos ¿Qué es lo que esperan? ¿No me llaman? ¿Me han olvidado entre las yerbas, mis camaradas más sencillos, todos los muertos de la tierra? ¿Por qué no suenan sus campanas? Ya para el salto estoy dispuesta. ¿Acaso quieren más cadáveres de sueños muertos de inocencia? ¿Acaso quieren más escombros de más goteadas primaveras, más ojos secos en las nubes, más rostro herido en las tormentas? ¿Quieren el féretro del viento agazapado entre mis greñas? ¿Quieren el ansia del arroyo, muerta en mi muerte de poeta? ¿Quieren el sol desmantelado, ya consumido en mis arterias? ¿Quieren la sombra de mi sombra, donde no quede ni una…
-
LOS OJOS DE LINA
Clemente Palma El teniente Jym de la Armada inglesa era nuestro amigo. Cuando entró en la Compañía Inglesa de Vapores le veíamos cada mes y pasábamos una o dos noches con él en alegre francachela. Jym había pasado gran parte de su juventud en Noruega, y era un insigne bebedor de wisky y de ajenjo; bajo la acción de estos licores le daba por cantar con voz estentórea lindas baladas escandinavas, que después nos traducía. Una tarde fuimos a despedimos de él a su camarote, pues al día siguiente zarpaba el vapor para San Francisco. Jym no podía cantar en su cama a voz en cuello, como tenía costumbre, por razones de disciplina naval, y…