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EL DESAFÍO
Mario Vargas Llosa Estábamos bebiendo cerveza, como todos los sábados, cuando en la puerta del «Río Bar» apareció Leonidas; de inmediato notamos en su cara que ocurría algo. – ¿Qué pasa? – preguntó León. Leonidas arrastró una silla y se sentó junto a nosotros. – Me muero de sed. Le serví un vaso hasta el borde y la espuma rebalsó sobre la mesa. Leonidas sopló lentamente y se quedó mirando, pensativo, cómo estallaban las burbujas. Luego bebió de un trago hasta la última gota. – Justo va a pelear esta noche – dijo, con una voz rara. Quedamos callados un momento. León bebió, Briceño encendió un cigarrillo.…
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LA GANGA
Truman Capote Varias cosas de su marido irritaban a la señora Chase. Por ejemplo, su voz: siempre sonaba como si estuviera apostando en un juego de póquer. Escuchar su pronunciación lenta e indiferente la exasperaba, sobre todo ahora que, hablando con él por teléfono, ella estaba tan exaltada. “Claro que ya tengo uno, lo sé. Pero no entiendes, querido: es una ganga”, dijo ella, subrayando la última palabra, y después haciendo una pausa para que se desplegara toda su magia. Solo hubo silencio. “Bueno, podrías decirme algo. No estoy en una tienda. Estoy en casa. Alice Severn viene a almorzar. Es suyo el abrigo sobre el que…
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TIEMPO DE GUERRA
Enrique Patiño La mañana olía a muerte. Era un olor extraño, azufrado y denso que Iván notó desde los albores de su sueño, pero que sólo al alba se le hizo irrespirable. Despertó asfixiado, aunque no sólo por el olor: el estertor de su propia respiración agónica lo había rescatado de una pesadilla, y de vuelta a la realidad se descubrió bañado en sudor, con el corazón desbocado y las manos trémulas, y además con la incisiva certeza de que el olor a muerte tenía algo que ver con su sueño. Para aquella misma mañana estaba programado el ataque a su ciudad natal, y el sueño…
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LA CHICA DE LA BICICLETA
F.S. Estaire Paseaba, como todas las tardes, un rato junto al río cuando, de repente, escuché el sonido de un timbre de bicicleta a mis espaldas. Sin girarme, casi por instinto, me aparté del camino. Una muchacha sonriente pasó pedaleando. Llevaba puesta una camiseta blanca y una falda recogida La seguí con la mirada mientras se hacía pequeña a mis ojos hasta que, al girar en la curva del molino, dejé de verla por completo. Entonces, inmediatamente, escuché el sonido brutal de unos hierros estamparse contra el suelo. No lo pensé. Salí corriendo hacia la curva y, al tomarla, mi sorpresa fue que allí no había…
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EL Y YO
Alberto Moravia Comencé a hablar solo poco después de que mi mujer me dejara, porque según decía, estaba hasta las narices de mi silencio. Y es verdad, era silencioso con ella, como, por otra parte, lo era con todos; pero era silencioso porque la quería. Cuando se quiere a alguien no hacen falta las palabras, ¿no? Basta con estar junto a esa persona, mirarla, sentir que está ahí. Silencioso con ella, incluso tal vez demasiado, me convertí en un parlanchín conmigo mismo, como ya he dicho, apenas ella me abandonó. Soy zapatero y el oficio de zapatero, ya se sabe, requiere concentración, aunque no sea más que…