• DE TODO UN POCO

    MUERTE DE UN HERMANO

    Haroldo Conti A mi madre El viejo ni siquiera sintió el golpe. Solamente un blando adormecimiento que le subía desde los pies. Algunas voces crecieron hacia el medio de la calle y después recularon suavemente. El hombre se aproximó desde la niebla que lo rodeaba y se inclinó sobre él. -Juan… El hombre sonrió. -¡Juan! -¿Qué tal, hermano? -¿De dónde sales, Juan? Le apuntó con un dedo sin dejar de sonreír. -¿No te dije que algún día iba a volver? -Sí… eso dijiste… ¡claro que sí! La niebla se agitó detrás de la figura. Varas de sombras avanzaban hacia él pero cuando trató de reconocerlas se comprimieron y juntaron en…