• LITERATURA

    EL Y YO

        Alberto Moravia   Comencé a hablar solo poco después de que mi mujer me dejara, porque según decía, estaba hasta las narices de mi silencio. Y es verdad, era silencioso con ella, como, por otra parte, lo era con todos; pero era silencioso porque la quería. Cuando se quiere a alguien no hacen falta las palabras, ¿no? Basta con estar junto a esa persona, mirarla, sentir que está ahí. Silencioso con ella, incluso tal vez demasiado, me convertí en un parlanchín conmigo mismo, como ya he dicho, apenas ella me abandonó. Soy zapatero y el oficio de zapatero, ya se sabe, requiere concentración, aunque no sea más que…