• LITERATURA

    OKINAWA EXISTE

        Augusto Higa   A las seis de la mañana, la obachan Miyagui abrió los ojos. Había tenido un sueño trabado. Todavía en el letargo, observó que las paredes y las sillas danzaban irreales. Esperó un momento. Sintió una garra de frío en el vientre, como siempre. Y sin saber por qué, no puedo frenar su presagio: ese día, sin falta, urgente, vendría la muerte. Transcurrieron minutos para reponerse. De manera que a sus setenta y seis años, abismada en el delirio, ingresó en la cotidianidad. Arregló la cama. Se cambió de ropa. En el baño, suspendida en el instante, se mojó la cara y cepilló sus dientes. Sin…